Hace unos meses leí el relato Bienvenidos a Holanda de Emily Kingsley. En ese relato cuenta que tener un hijo con discapacidad es como querer hacer un viaje a Italia y que a último momento te enteres que tu avión aterrizó en Holanda. Quizás la metáfora sea similar a la del video Playa y Montaña, el que puse el 20 de abril.
Aunque el video Playa y Montaña me gustó mucho (incluso me hizo llorar la primera vez que lo ví), Bienvenidos a Holanda no me gustó. Me pareció demasiado edulcorado, no describe de una forma realista lo que se siente enterarte que tu hijo o hija tiene una discapacidad con la que tendrá que convivir de por vida. Y al parecer a Susan F. Rzucidlo tampoco le convenció, así que decidió escribir su propia versión, Bienvenidos a Beirut. Si Bienvenidos a Holanda no me pareció demasiado realista, Bienvenidos a Beirut es extremandamente cruel. No me puse sentir identificada con ninguno de los dos relatos.
Mucha gente tiene el concepto erróneo de pensar que si conoce a una persona con un tipo de discapacidad, esa persona tendrá todas las características de dicha discapacidad y cumplirá con todos los estereotipos, y no es así. Al hablar con otras madres de chicos con autismo de dí cuenta que Lau era similar a ellos en algunas cosas y muy diferente en otras. Cada chico es diferente, incluso si tienen la misma discapacidad pueden ser completamente diferentes en carácter y comportamiento. Esa una de las razones por las cuales al autismo se lo denomina espectro, porque varía de persona a persona.
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